Vida en Otros Mundos

Publicado en por Ciencia-ficción Sospechosa

Ícono Exopolítica 

Vida en Otros Mundos

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.

La Tierra, ≈ 19ºφN, 99ºλW, 27 ene 11.

 

Buscábamos un ícono lo más ideal para nuestro apartado en el tema de Exopolítica, y hurgando por aquí y por allá entre nuestros materiales, apareció la imagen ideal en la portada del libro “Vida en Otros Mundos”, del autor David Ribes, publicado en la Nueva Biblioteca de los Temas Ocultos, dirigida por recién fallecido, Fernando Jiménez del Oso (Editorial Contrastes, Madrid, 1995), fantástica imagen diseñada por “VK diseño gráfico” [si hay objeción a su uso, hacédnolo saber].  Y entonces, de manera natural, surgió el hacer una breve reseña del libro de Ribes.

 

En esa idea de apretujar las cosas esenciales para ser breves y concisos, la primera idea que tomamos de Ribes en su dicha obra, es que, dice éste. “parece lógico razonar y concluir que la vida no tiene por que ser un fenómeno exclusivo de la Tierra”[1].  Y en efecto, una mirada a nuestra propia galaxia rotando y generando tres pares brazos espirales con millones y millones de estrellas que nacen y mueren, entre las cuales nuestro Sol se encuentra en la región media del brazo de Sagitario en la bifurcación de un ramal de estrellas al que le damos el nombre de Brazo de Orión; situado éste a su vez en la región media de la galaxia, y espiral en cuyo desarrollo ha generado estrellas más antiguas que nuestro Sol, a la vez que más recientes que el mismo, siendo por lo tanto, una estrella de tipo medio.  Si tan solo esa fuese una limitante para el surgimiento de la vida, aún habría miles de millones de posibilidades.

 

Las implicaciones del común de la vida en el Universo es de tal naturaleza, que aún hoy, teniéndose ya pruebas fehacientes de ello, ofrecemos una natural resistencia a aceptarlo y exigimos de la ciencia una demostración más rigurosa.  Hasta hoy, el egocentrismo humano –principalmente alimentado por las concepciones religiosas–, ha sido tan grande como el Universo mismo; una comprensión de su lugar y temporalidad en la estructura de la galaxia ayudará a moderar ese cuasi divino “Yo-humano” único; pero la confirmación de que sólo es un infinitésimo en la vida y lo efímero de la evolución de las cosas en el Cosmos, no podrá ser sino algo extraordinariamente impactante; tanto mayor, cuanto mayor la fe divina.  Y de los siete mil millones de seres humanos al presente, por lo menos unos cinco mil quinientos millones practican una fe religiosa.  Esa es la medida de la revolución de pensamiento en estos hechos.

 

En el primer capítulo de su “Vida en Otros Mundos”, Ribes sigue la didáctica del Calendario Cósmico para explicar la historia del Universo, de la aparición de nuestra estrella, el Sol, y en ella de los planetas; de la Tierra, y del surgimiento de la vida en ella, hasta un punto en que tiene que formular la pregunta: “¿Es inevitable que la materia se haga consciente, que la vida sea en realidad un fantástico camino hacia la conciencia?”[2].  Su respuesta, sea cual fuere, la del accidente o la de la necesidad[*], es, en quien se la formula, un acto de reflexión acerca de la conciencia de sí.  Pero apenas se ha reflexionado en ello, surge obligadamente la siguiente pregunta: “¿Es posible que quizá la vida tenga en sí un objetivo, el de apoderarse de todo el Universo transformándolo en algo vivo a lo largo del proceso colectivo que transcurre al son de los eones?”[3], y ello no es otra cosa ya, que el acto reflexivo de la conciencia para sí.

 

En la segunda parte de su trabajo, Ribes trata sobre la materia animada, la teoría e historia de la vida.  Analiza las vicisitudes de las teorías de la “generación espontánea”, del “transformismo”, de la “evolución”, y de la “panspermia”.  De cómo una contribuyó a que surgiera la otra, hasta que la última, irreflexiblemente, se convierte en paradójica negación de ese progreso del conocimiento científico al respecto: para la teoría de la panspermia, la vida puede ser inherente al Universo, pero al mismo tiempo, ajena a la Tierra, pues a ésta, según dicha teoría, la vida le llegó de fuera.

 

Finalmente, en su tercer y última parte, trata el tema de la búsqueda de la vida fuera de la Tierra.  Comienza su análisis con los casos de los experimentos de las sondas Viking en Marte en 1975, y sus resultados negativos, dice Ribes, por lo menos en esas zonas estudiadas.

 

Luego comenta los resultados de Voyager en sus imágenes enviadas entre 1979 y 1980, de donde se vieron enormes posibilidades de vida en satélites de Júpiter o Saturno, como Titán o Europa.  Cuando nuestro autor escribe su obra, hacia mediados de los años noventa del siglo XX, ya era de sobra conocida la llamada “vida extremófila”, de formas de vida en condiciones extremas que no deja de considerarla; no obstante, analiza la exclusividad de los factores de la vida en la Tierra en condiciones tales que han permitido la evolución a formas desarrolladas inteligentes.

 

No podía dejar de considerar la famosa ecuación de Farnk Drake, con la variable de una civilización inteligente surgiendo cada diez años, y de su análisis (los resultados cambian según ciertas variables consideradas por cada autor), concluye que la civilización más cercana a la nuestra, estará a unos 440 años-luz; y en un resultado optimista, la civilización más próxima, estará a 44 años-luz, pudiendo ser de una inteligencia más desarrollada que la nuestra.

 

El siguiente planteamiento de Ribes, que comparte retomándolo de Nikolai S. Kardashev, hecho hacia mediados de los años noventa, apenas hace quince años, sonaba a ciencia-ficción pura; pero al inicio de la segunda década del siglo XXI, comienza a ser ya dominio de física elemental: “El astrónomo Nikolai S. Kardashev –refiere Ribes– ha imaginado tres tipos básicos de civilizaciones extraterrestres.  Las de la Clase I tienen las mismas disponibilidades energéticas que nosotros.  La Clase II ha conseguido domesticar niveles de energía de una estrella, y la Clase III, finalmente tiene a su disposición la energía de una galaxia entera”[4].

 

Luego, de ahí, considera a las posibles civilizaciones Clase II, con las cuales la nuestra podría establecer comunicación.  Al inicio de la década de los setentas, con el Proyecto SETI (“Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre”), se inició la búsqueda mediante el intento de escucha de señales, y de pronto, en 1977 una de ellas apareció efímeramente, no se volvió a escuchar, y no hubo explicación al caso.  De manera semejante, en 1980 se escucharon, de diversas estrellas, unas sesenta señales, todas ellas sin explicación; a diferencia de 1988, en que de una estrella a una distancia inferior a 75 años-luz, la RGO 216, brotó una señal; luego hubo otra, de la RGO 243, y las señales resultaron falsas alarmas explicadas.

 

El trabajo concluye con los comentarios sobre los mensajes terrestres al Cosmos enviados tanto en la nave Pioneer, de 1972, como en las naves Voyager, lanzadas en agosto y septiembre de 1977; pero, finalmente, también nos ofrece una sucinta relación de las hipótesis respecto a nuestra relación extraterrestre: 1) la Hipótesis de la Contemplación, por civilizaciones que quieran permanecer ocultas; 2) la Hipótesis Ecológica, de la no-interferencia; 3) la Hipótesis del Horizonte Mental, son civilizaciones muy avanzadas, para las cuales los terrestres somos unos salvajes; 4) la Hipótesis de la Inmadurez, por la que quizá exista una red de comunicación intergaláctica, pero a la cual nuestra civilización aún no accede por su escaso desarrollo; 5) la Hipótesis Zoo, somos una civilización preservada por otras más avanzadas; 6) la Hipótesis de la Desconfianza, somos una civilización peligrosa.

 

Como quiera que sea, termina diciendo el autor, la exploración de la galaxia implicará entre 4 a 60 millones de años.

 



[1] Op. Cit. p.9.

[2]      Ibid. p.37.

[*] Para el autor, y lo cual nosotros compartimos, la respuesta la da en los siguientes términos: “Si algo nos ha enseñado la ciencia es que el hombre es el resultado de un proceso evolutivo que no tiene propósito, y que es producto de una serie de casualidades encadenadas difícilmente repetibles a lo largo del tiempo” (Op. Cit. p.114).  Lo cual, como el mismo autor lo deja ver en el contexto de la cita, no excluye la posibilidad de existencia de otras formas de vida y civilizaciones.

[3]      Ibid. pp.37-38.

[4]      Ibid. p.105.

 


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